jueves, 15 de mayo de 2008

Ser expatriado. Internacionales y locales

Tres de la OSCE, tres militares, un guardia civil y el menda sentados a la misma mesa para cenar. El nexo de unión, la hispanidad en esta esquina de Kosovo; excusa más que suficiente para romper el tedio. Por fin algo de vida social en Kosovo.

Los temas de la conversación han sido de lo más variopintos aunque predecibles por la tipología de los comensales (incluído el que suscribe). Resumiendo, la situación de Kosovo, cuestiones geopolíticas internacionales, la situación del Ejército en la España actual y los nacionalismos patrios. Muy animado y muy civilizado, y bastante interesante por las perspectivas de los colectivos sentados a la mesa. Huelga decir que casi cada uno representaba una comunidad autónoma diferente.

A los españoles nos gusta discutir de política como a pocos.

Es curioso cómo cuando se trabaja como expatriado en un país en vías de desarrollo se acaban desarrollando fuertes lazos con personas con las que en principio uno nunca habría encontrado nexos de unión. Las categorías sociales, profesionales o políticas de algún modo se diluyen, y en la soledad de estar en el extranjero, lejos de tu familia y amigos, te ves abocado a rellenar el vacío afectivo con personas que en principio no te despertarían mayor interés. Pero los códigos y referencias comunes son elementos suficientes para rellenar ese vacío, y aunque el interlocutor no resulte simpático o haga análisis antitéticos, la sencilla constatación de que sabe de lo que estás hablando es más que suficiente para desarrollar intensos lazos con él.

Lo más interesante, por supuesto, es cuando consigues desarrollar esos lazos con locales, con nativos del país. La discusión ya no es una charla de cafetería como la que podría tener en Gijón, sino que se convierte en el acceso a una biblioteca vital, histórica y sociológica de incalculable valor. Porque esta gente ha sobrevivido a guerras, a crisis económicas, políticas y sociales, están todavía desarrollándose como personas y como nación, definiendo sus prioridades y su misma naturaleza, y siempre hay "un enemigo" mortal, alguien que ha causado muerte y destrucción.

Es lo mágico de ser expatriado. El contacto con otros expatriados, el intercambio de análisis y experiencias. Pero sobre todo, el contacto con los locales. Acercarte a la realidad en la que vives y por la que trabajas, el pasado, presente y expectativas de futuro, con gente a la que la vida ha metido en una centrifugadora que gracias a dios ninguno de nosotros ha vivido.

miércoles, 23 de abril de 2008

(corta)troncomóvil

¡¡Verdaderamente genial!! ¡¡Menudo cacharro!! Una especie de coche descapotable (que incluso tiene un tapacubos!!) y preparado para cortar madera. En un sitio como Kosovo, en el que los precios de la electricidad (y su poca fiabilidad) hacen que la mayoría de la gente se caliente a base de leña, este trasto es un invento que merecería un premio a la innovación empresarial.

Dedicado al Medina... menuda PAB, eh? :)

viernes, 18 de abril de 2008

Paneras y frixonas en Kosovo

Cuando la ví me quedé de una pieza. ¡¡¡Una panera en Kosovo!!! No es tan elevada como las asturianas o gallegas, pero la función es la misma, proteger el maíz de la voracidad de los roedores. Una prueba más de que la mente humana llega a conclusiones similares ante los mismos problemas.


Y... bueno, pues para que no falte de nada, ahí estaban unes frixones pastando tan felices. No es que la frixona sea patrimonio asturiano, pero éstas al lado de la panera hacían raro escuchar de fondo al muecín y no la gaita ;)

viernes, 11 de abril de 2008

Pollo con patatas a la luz de las velas

Era el primer día que me compraba pechugas de pollo congeladas, y se me hacía la boca agua pensando en la combinación con patatas fritas y una buena ensalada para cenar, después de un largo día de trabajo sostenido a base de café y Marlboro adulterado. Ahí estaban las patatas dorándose, una pechuga comenzando a ponerse blanca y Asha cantando “Fire on the mountain” cuando ¡chas!, se hace la oscuridad y el silencio. Linterna, velas y hornillos de gas para terminar la cena mientras el brrmmm de los generadores de electricidad de los vecinos arruina el momento intimista que tiene una ciudad a oscuras.

En Kosovo hay cortes diarios de duración variable y de periodicidad imprevisible, algunos que duran casi todo el día, y otros que apenas duran veinte minutos o un par de horas. Tan pronto se pasan cuatro días de lujo en los que apenas hay cortes o no duran más de tres o cuatro horas, como te tiras una semana en la que no hay más que cinco horas de luz al día repartidas según designios incomprensibles.

En Albania también sufren cortes de electricidad, pero allí están mejor organizados y siguen un programa: Esta semana tal zona se corta de 10 a 15h y de 22 a 6h, por poner un ejemplo, así que te organizas y comes, cenas y te duchas siguiendo este horario. En Kosovo era también así en los buenos tiempos. Ahora es imprevisible. Totalmente imprevisible. El ordenador se te apaga cuando estabas haciendo algo importantísimo, la tele en el mejor momento de la película o la lámpara cuando estabas llegando al final de la novela. Y así, todos los días, todos los días de todo el año, durante todos los años desde el fin de la guerra, y de eso hace 9 años. ¡9 años!

Bastantes tiendas y negocios tienen pequeños generadores de electricidad diesel, las grandes empresas y delegaciones de organizaciones internacionales enormes generadores a gasolina. Algunas casas tienen también pequeños agregator, como los llaman en albanés, que producen energía para la tele y un par de bombillas. Yo soy de los afortunados que tiene uno. Además, vivo en lo que llaman Zona A que es la que menos cortes sufre, porque hay una B en la que la situación es peor y una C en la que deben de lavar la ropa a mano y conservar la comida en salazón.

La gente lo lleva con estoicismo. Es increíble. Si esto pasara durante sólo un mes en cualquier país occidental rodaban cabezas políticas a todo correr. Aquí el estoicismo roza el pasotismo absoluto cuando te comentan impasibles que en verano los cortes se deben a que la poca electricidad que hay se vende a Montenegro, que la paga a buen precio durante la temporada turística. Y la gente se aguanta y no dice ni mu.

Eso sí, en días señalados como el de la declaración de independencia la electricidad no falta, no vayan los ciudadanos a acordarse de los problemas del país.

Volviendo a mis pechugas, gastronómicamente aquel día fue un desastre: no es sólo que mis patatas fritas salieran fatal, sino que tomé la drástica decisión de no comprar más carne congelada. De hecho no he vuelto a comprar tampoco carne fresca, porque la carnicería de mi barrio no tiene generador y los pedazos de ternera y cordero ven pasar las horas y las moscas desde una vitrina en penumbras de la que parecen condenadas a no salir nunca. Así es la vida en Kosovo, en penumbras impredeciblemente periódicas, con el congelador vacío y comiendo carne sólo en los restaurantes.

sábado, 9 de febrero de 2008

Presentación

Llevo viviendo desde abril de 2007 en el país más joven del mundo, la República de Montenegro. A finales de febrero de 2008 me mudaré al territorio vecino que le va a arrebatar este título, la que será la República de Kosovo. Todavía no sabemos si tendrá apellido... quizás sea la RIK, República Independiente de Kosovo, o la RAK, República Albanesa de Kosovo. RIK o RAK, o lo que sea, seguro que dará mucho que hablar.

Conocí el Montenegro anterior a la independencia y lo cierto es que el país ha cambiado muchísimo en apenas tres años. Se ha convertido en un destino turístico en ascenso imparable, hay desarrollos urbanísticos en toda la costa y la capital vive un boom inmobiliario vertiginoso. BMW, Audi y Mercedes último modelo adelantan de forma suicida por unas carreteras que poco a poco comienzan a adecentarse.

Pero los que no han sabido o podido subirse al carro del crecimiento, los que no tenían casitas en la costa para vender por astronómicas cifras de dólares a los rusos, los que no tenían algún primo o conocido en la administración pública para rascar unas migajas del caudal de dinero, negro o blanco, que comenzó a fluir sin cesar al país, esos siguen trabajando un montón de horas por unos sueldos míseros que se resisten a aumentar. Hace nada el gobierno montenegrino rechazó un incremento del sueldo mínimo de 50 a 55 €, y aunque no sé quién podrá sobrevivir con esa propina, tampoco tengo muy claro cómo llegan a fin de mes los que cobran el sueldo medio, que no llega a los 200 € mensuales.

Kosovo me parece un sitio feo. Y pobre, muy pobre. En Montenegro, la situación es mala para la mayoría pero el país parece ir bien: las variables macroeconómicas que manejan las instituciones económicas son positivas, los precios son casi tan altos como en Croacia, si no más, las ciudades adquieren un look moderno y se invita a los Rollings Stones a un concierto para el que hay que regalar entradas. Se atribuya este boom a la independencia o a la necesidad de los especuladores rusos y occidentales de buscar nuevas presas, lo cierto es que la mayoría de los montenegrinos atribuyen las bondades (que no las maldades) de la situación actual a la independencia y a uno de los líderes ex comunistas más brillantes y hábiles que ha producido el bloque del Este: Milo Djukanović.

En Kosovo la independencia es la respuesta para muchos, tanto allí como en Bruselas o Washington, pero en realidad me temo no plantea más que un tremendo enigma. ¿Qué va a hacer Kosovo para mantener su independencia? ¿De qué va a vivir la gente? No hay recursos naturales que explotar, industria, ni playas o montañas que atraigan turistas, no hay un líder carismático como Milo, ni tampoco oportunidades atractivas para el capital extranjero. Esto lo saben tanto los kosovares como los políticos europeos. Los primeros tienen todo el derecho del mundo a pensar que la independencia no tiene por qué suponer un empeoramiento de su situación. Los segundos, deben estar calculando cuánto dinero nos va a costar (a todos los europeos) sacar un país/Estado/territorio como Kosovo adelante.

Yo creo que ni unos saben lo que esperan, ni otros lo que quieren.

Y yo, ni idea de lo que es Kosovo.

De alguna forma, sin embargo, Kosovo se ha convertido en un “lugar común” o tópico de la política internacional y local de comienzos del siglo XXI. Aunque casi nadie tenga idea de lo que pasa allí, todos saben que hay tomate, y es un gazpacho con una receta complicada. Quizá como lo fue Líbano en su tiempo, una de esas en la que no sabes muy bien quién lucha contra quién, por qué razón, ni por qué el problema se alarga tanto tiempo, ni por qué todo el mundo está tan pendiente de ello, cuando en otros lugares la gente también se mata y odia con ahínco y nadie derrama una gota de tinta por ellos.

Kosovo para mí es un enigma. No voy a ser tan arrogante como para proponerme descifrarlo ni tan imprudente como para juzgarlo; tan sólo voy a describirlo. El objetivo de este blog es expresar mi percepción de Kosovo. Y, no puedo evitarlo, aprovechar para reflexionar sobre el resto de la región, en la que he vivido desde junio de 2004.